Estudios Bíblicos La Senda
Para la comprensión de la correcta traducción de Zacarías 13,5-6 comienzo citando el libro del profeta: וְאָמַ֕ר לֹ֥א נָבִ֖יא אָנֹ֑כִי אִישׁ־עֹבֵ֤ד אֲדָמָה֙ אָנֹ֔כִי כִּ֥י אָדָ֖ם הִקְנַ֥נִי מִנְּעוּרָֽי׃ וְאָמַ֣ר אֵלָ֔יו מָ֧ה הַמַּכּ֛וֹת הָאֵ֖לֶּה בֵּ֣ין יָדֶ֑יךָ וְאָמַ֕ר אֲשֶׁ֥ר הֻכֵּ֖יתִי בֵּ֥ית מְאַהֲבָֽי׃ 5. VEAMAR LO NABI ANOJI, ISHOVED ADAMA ANOJI, KI ADAM HIQNANI MINEURAI. 6. VEAMAR ELAIV MA HAMAKOT HAELE BEIN IADEJA, VEAMAR ASHER HUKITI BET MEAHAVAI. 5. Y él dijo: No soy profeta; labrador soy de la tierra, pues he estado en el campo desde mi juventud. 6. Y él dijo a él: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él dijo: Con ellas fui herido en casa de mis amigos. (Zacarías 13,5-6) Llamo su atención hacia la expresión repetida tres veces "y él dijo" que en hebreo es וְאָמַר y se lee veamár. Esto es porque precisamente en las biblias populares como la Reina Valera 1960 la misma expresión en el mismo pasaje es traducida de distinta manera “y dirá” (v. 5a) “y le preguntarán” (v. 6a) y por último “y él responderá” (v. 5b). Con esto, el traductor de esta versión pretende dar una interpretación en lugar de una traducción, pues la expresión hebrea וְאָמַר (veamár) debería de traducirse igualmente en las tres veces que es utilizada en este pasaje. El resultado de la versión de la Reina Valera 1960 es que se implica erróneamente que la persona hablante ha cambiado a otra persona al inicio del versículo 6. Así que, si se utiliza el formato de un guion, leeríamos en la Reina Valera 1960: Falso Profeta: No soy profeta; labrador soy de la tierra, pues he estado en el campo desde mi juventud. (v. 5a) El Otro Hablante: ¿Qué heridas son estas en tus manos? (v. 6a) Falso Profeta: Con ellas fui herido en casa de mis amigos. (v. 6b) Pero en la lectura hebrea de este texto, el guion se entiende que hay dos personas condenadas como falsos profetas en una conversación: Persona 1 condenada a Falso Profeta: Dirá: No soy profeta; labrador soy de la tierra, pues he estado en el campo desde mi juventud. (v. 5a). Pero dirá a uno: ¿Qué heridas son estas en tus manos? (v. 6a). Persona 2 condenada a Falso Profeta: Y dirá (en respuesta a la pregunta): Con ellas fui herido en casa de mis amigos. (v. 6b) En versiones populares como la Reina Valera 1960, la figura que presenta las heridas en medio de sus manos es el falso profeta; en cambio, cuando leo el texto hebreo, se identifica a la otra persona condenada como falso profeta. Una admisión implícita de que él había pretendido profetizar, y que sus amigos en su celo por Dios lo habían herido por ello (v. 3). El Espíritu de Santidad en Zacarías alude indirectamente al Mesías, el Antitipo, herido por aquellos a quienes había venido para favorecer, los cuales debían de ser sus “amigos;” siendo como eran sus parientes (véase v. 3. en cuanto a los amigos del profeta, con Marcos 3:21, “sus amigos,” o “los suyos”; marginal, “hermanos;” Juan 7:5; “los suyos,” Juan 1:11; los judíos, “de los cuales era según la carne”, Romanos 9:5), los cuales empero lo hirieron por medio de los romanos (12:10). Por lo tanto, cuando leo la versión hebrea, el pasaje alude a Zacarías 12.10, donde se menciona a aquel que es “traspasado”, y anticipa Zacarías 13.7, que describe cómo un “pastor” es herido y sus ovejas se dispersan.
El pueblo de Judá siempre ha mostrado escepticismo ante la interpretación de Isaías 7 sobre el nacimiento del Mesías de una mujer virgen. En este breve comentario, responderé a los argumentos de los anti-mesíanicos y aclararé de manera concisa que la profecía de Isaías 7,14 es, efectivamente, una profecía mesiánica. Los siguientes acontecimientos ocurrieron en 735-733 a.C. Con el capítulo 7 de Isaías se abre una serie de profecías habidas en los años del reinado del impío Ajaz, rey político que sólo tiene puntos de mira humanos. La sección Is 7:1-8:15 refleja la actividad de Isaías durante la invasión siro-efraimita, momento de gran crisis para la nación judía. En Isaías 7,1-16, se describe un contexto de crisis para el reino de Judá. El rey Ajaz de Judá y la Casa de David enfrentan una amenaza de invasión por parte de los reyes aliados de Israel (Peka) y Siria (Rezin). Cito el texto: Aconteció en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, que Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para combatirla; pero no la pudieron tomar. Y vino la nueva a la Casa de David, diciendo: Siria se ha confederado con Efraím. Y se le estremeció el corazón, y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del monte a causa del viento. (Is 7,1-2) La alianza entre Siria e Israel colocó a Judá en una situación de emergencia. Los dos reinos invasores desean derrocar a la Casa real de David, usurpar el reinado, y poner en el trono a otro candidato al cual ellos llaman “hijo de Taveel”: «Vamos contra Judá y aterroricémosla, y repartámosla entre nosotros, y pongamos en medio de ella por rey al hijo de Taveel» (Is 7,6). Ante esta noticia, Dios envía al profeta Isaías para ofrecer un mensaje de esperanza y asegurar al rey Ajaz que no será destronado y que la dinastía davídica tampoco serpa derrocada. Cito el texto: Dile (a Ajaz): Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, por el ardor de la ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías. Ha acordado maligno consejo contra ti el sirio, con Efraím y con el hijo de Remalías, diciendo: Vamos contra Judá y aterroricémosla, y repartámosla entre nosotros, y pongamos en medio de ella por rey al hijo de Tabeel. Por tanto, el Eterno el Señor dice así: No subsistirá, ni será. (Is 7,4-7) Observe que Dios ofrece al rey Ajaz y a la Casa de David, seguridad y preservación ante estos dos reyes que buscaban su destrucción. El Eterno por medio del profeta Isaías le brinda consuelo divino a Ajaz y la Casa de David, instándolo a no temer la situación. Le inspiró confianza en Dios, recordándole que los invasores no eran más que dos tizones humeantes, capaces solo de producir humo intimidante, pero destinados a extinguirse pronto. El profeta ofrece al rey escéptico una única condición para su tranquilidad: creer en la palabra divina, expresada a través del propio Isaías, pero Ajaz se presenta incrédulo. En respuesta el profeta advierte: «Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis» (Is 7,9). Aquí se presenta un juego de palabras. Los dos términos de la frase provienen de la misma raíz hebrea, «אָמַן; amán», que significa «confirmar» o «establecer», y en su forma causativa, «creer». Esta exhortación a la fe es una clara referencia al oráculo de Natán (2 Sm 7,12-16), donde se prometía una descendencia eterna para la dinastía de David. La expresión refleja que Isaías estaba profundamente convencido que la dinastía de David estaba destinada a tener un trono estable porque de allí saldría el Mesías prometido. Así que Isaías le dice a Ajáz como garantía y veracidad de su palabra que pida una señal a Dios, pero Ajáz se niega, fingiendo piedad y religiosidad: «No pediré, y no tentaré al Eterno» (Is 7,12). Cito el texto: Habló también el Eterno a Acaz, diciendo: Pide para ti señal del Eterno tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto. Y respondió Acaz: No pediré, y no tentaré al Eterno. (Is 7,10-12) Es indudable que Ajaz lo rechaza porque no está dispuesto a seguir el consejo de Isaías. Ante el rechazo de Ajaz, el profeta se aparta de él, y se dirige hacia la angustiada Casa de David, y los consuela con una buena noticia. Isaías proclama para la Casa de David la promesa divina de un signo: una doncella (o virgen) concebiría y daría a luz un hijo llamado Emanuel, que significa «Dios con nosotros». El texto dice: Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno. Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada. (Is 7,13.16) Este oráculo ha sido objeto de una extensa controversia que continúa hasta el día de hoy. El oráculo se pronuncia en presencia de la Corte Real, temerosa de que la dinastía davídica pueda ser derrocada. Semejante desastre implicaría la anulación de la gran promesa dinástica hecha a la Casa de David (2 Sm 7,12-16). Desde la perspectiva de Judá, las esperanzas de prosperidad para el pueblo de Dios dependían de la continuidad de un sucesor davídico.
Observe que al ver la actitud del rey impío Ajaz, el profeta Isaías se aparta de él, y se dirige hacia la Casa de David que estaba angustiada en este momento por su posible destrucción y detronación, y, por lo tanto, el signo no es dirigido específicamente a Ajaz, sino a la Casa de David, aunque él se incluya en ella. También llamo su atención a ver el propósito de la señal que consistía en asegurar la existencia y preservación de la Casa de David y su trono basado en una cadena ininterrumpida desde el rey David. Ajáz rechazó cualquier tipo de signo prodigioso, pero aun así Dios otorga un signo a la Casa de David. Esta señal se manifestaría en que una doncella (o virgen) concebiría y daría a luz un hijo llamado Emanuel. Es evidente que el mensaje del profeta es que el varón anunciado debe provenir de la Casa de David como signo y garantía de su preservación. Cuanto más distante fuera el nacimiento de este descendiente del rey David, más tiempo perduraría la dinastía davídica y la Casa de David. Pero el signo reposa en una señal sorprendente, y no en el nacimiento común de un varón, evento que sucede todos los días, pero este varón de la Casa de David debía de nacer de una almá (עלמה). El hebreo (עלמה) almá deriva del hebreo alám (עלם): oculta, no conocida. Así una almá (עלמה) es una mujer que no ha sido conocida por varón. Y es justamente traducida por παρθενος: virgen por el escriba del hebreo al griego del Evangelio de Mt, y como lo habían hecho cientos de años antes los 72 intérpretes y escribas judíos de la Septuaginta en Isaías 7,14. El nacimiento de este hijo se presenta como algo estupendo y extraordinario, como una señal, אות (ot), un prodigio, maravilla o milagro, y por esa razón tiene un «he aquí» prefijado a él al inicio de esta profecía: Acaso ¿El significado del profeta era solo que una joven mujer casada quedaría embarazada? ¿Dónde estaría la maravilla? ¿En dónde está lo sorprendente en un hecho que repetidamente sucede todos los días? Al nacer, el niño de esta mujer virgen se alimentará de mantequilla y miel, un alimento blando típico de la primera infancia, así como se comen las compotas actuales. Este detalle crea un contraste entre el nombre Emanuel, que significa «Dios con nosotros», y la realidad de un niño que come alimento como cualquier recién nacido. En el versículo 16, el profeta anuncia que, antes de que el niño llegue a distinguir entre el bien y el mal, y no después, la tierra de los dos reyes que Ajaz teme será abandonada. Como había sido profetizado que el Mesías tenía nacer de la Casa de David y ser descendiente en línea directa del rey David, y la Escritura no puede ser anulada, el sentido del anuncio es que, antes del nacimiento de este niño, los reyes de Siria y de la Casa de Israel (Peka) tenían que ser desterrados, y de esta manera el trono de David no sería derrocado, ya que estaba predestinado que la Casa de David perduraría hasta el nacimiento del prometido descendiente de David. Esta señal era una garantía sólida, ya que estaba firmemente profetizado que el Mesías tenían que descender de la Casa de David (Sm 7,12-16). Asimismo, había sido anunciado por el patriarca Jacob que el cetro de Judá no sería retirado «hasta que venga Shiló» (cf. Gn 49,10), y Shiló ha sido interpretado tanto por judíos como cristianos como una referencia directa al Mesías. Una vez más, como era sabido que el Mesías tenía que ser descendiente de la Casa de David, y ser un descendiente en línea directa del rey David, la permanencia de esta Casa era necesaria hasta el día de su nacimiento, y así Dios garantiza que antes del nacimiento del varón nacido de una virgen, no habría derrocamiento de la Casa de David ni del trono de la dinastía davídica. Esto significa que esta profecía no puede estar hablando de alguien más que no sea el Mesías descendiente del rey David heredero legal del trono. Conclusión de la Evidencia Para llegar a esta conclusión también se debe de procurar determinar el sentido del texto del c.7,14 según las cualidades que en los c.8 y 9 se asignan a ese misterioso niño, que en el c.7 aparece sólo anunciado, sin concretar más. Efectivamente, en Is 8,8, en la frase «cubrirán toda tu tierra, ¡oh Emanuel!» se supone que la tierra de Judá, que es invadida por los ejércitos asirios, es «la tierra del Emanuel». Como en el Tanáj (Antiguo Testamento) la tierra de Judá se llama «Tierra del Iahvé» y nunca tierra de algún rey particular (cf. Is 14,2.25; Is 47,6; Os 9,3; Jer 2,7; Jer 12,14; 1Sa 26,19; 2Sa 14,19.), se sigue que el profeta parece dar al Emanuel un rango divino. Ese mismo niño misterioso, Emanuel, es presentado en Is 8,8-10 como el Salvador del futuro pueblo elegido, siendo así prenda de la salvación del mismo pueblo en la época de Isaías ante la avalancha del ejército asirio, al que terminará por aniquilar totalmente. Y ésta es la gran misión del Mesías en las esperanzas de todos los israelitas de todos los tiempos. Por otra parte, este mismo Emanuel es presentado con atributos que trascienden cualquier aplicación a una figura histórica contemporánea del profeta. Se nos dice que «un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; el principado está sobre su hombro, y su nombre será llamado Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Is 9,5), que reinará sobre el trono de David y será luz para las regiones de Zabulón y Neftalí (Is 9,1). Su linaje se remonta a la Casa real de David, y está adornado con las virtudes excepcionales de gobierno propias del príncipe ideal: «sobre él reposará el Espíritu de Iahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. No juzgará por la vista de sus ojos, ni decidirá por el oído de sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y decidirá con equidad por los mansos de la tierra... La justicia será el cinto de sus lomos, y la fidelidad el cinto de sus riñones» (Is 11,1.5). Todas estas descripciones nos conducen inevitablemente hacia un horizonte mesiánico, y solo pueden ser atribuidas a la persona del Mesías. Isaías y Miquéas Por otra parte, en Miqueas (5,1-5) encontramos un anuncio paralelo que complementa e ilumina el de Isaías, sobre todo si consideramos que ambos profetas fueron contemporáneos y posiblemente compartían una escuela de profecía. En Miqueas parece haber una clara referencia a la profecía del «Libro de Emanuel» de Isaías, ya que se anuncia el nacimiento de un «Dominador en Israel», salvador de su pueblo contra las temidas incursiones asirias, proveniente de la ciudad de Belén, precisamente el lugar de origen de Jesé, padre de David, y del que había de nacer el Mesías según Isaías (Is 11,1). Podemos, por tanto, observar una clara analogía entre la «doncella» de Isaías (7,14) y la «que ha de dar a luz» de Miqueas (5,1-5), así como una estrecha similitud entre la misión salvadora frente a la invasión asiria del «vástago de Jesé» de Isaías (11,1) y del que nace en Belén, ciudad de Jesé, en Miqueas. Por úlitmo, quier pronunciar acerca de la idea que el hijo nacido en Isaías 7,14 sea Jizquiá / Ezequías. Esto no debe entenderse de Ezequías, el hijo de Ajaz, por su esposa, como algunos escritores judíos lo interpretan. Esta interpretación ya ha sido refutada por el mismo Rashí, al observar que Ezequías tenía nueve años cuando su padre comenzó a reinar, y siendo este, como él dice, el cuarto año de su reinado, debía tener en este momento de la escena desarrollada en “Isaías 7” trece años de edad, así no podía ser el niño a nacer en Is 7,14. De la misma forma, Aben Ezra y Kimji se oponen a creer que era Ezequías. A lo que se puede añadir que su madre no podía ser considerada una doncella y mucho menos una virgen. Difícilmente se concibe que el profeta, hablando al rey, llamara a la reina doncella, cuando ya era esposa legítima. Cuando Isaías profirió la profecía (hacia el año 734 a.C., con ocasión de la invasión siro-efraimita), Ezequías ya había nacido y tenía al menos nueve años, o dieciocho, según otro cómputo cronológico. Ezequías subió probablemente al trono en el 727, cuando tenía veinticinco años (2Re 18,2). Luego en el año en que fue hecha la profecía (735-734) tenía ya dieciocho años. Pero, sobre todo, lo que hace imposible la identificación del Emanuel con el Ezequías histórico es que las cualidades que en Is 9,5 se aplican al misterioso niño Emanuel desbordan totalmente la personalidad histórica del piadoso Ezequías: ¿Cómo llamar “Admirable consejero, Dios fuerte,” a un rey como Ezequías, que se mostró tan imprudente con ocasión de la embajada de Merodacbaladán y que lloró como un niño cuando Isaías le anunció la próxima muerte? Demostraré con brevedad en esta disertación cómo es que Mahoma, el autor del Qurán, un libro sacro para el Islam, y supuestamente infalible para ellos, confunde a Miriám madre de Ieshúa como Miriám la hermana de Moshé. MAHOMA .... creía que Imran (عمران) fue el padre de María (مريم), la madre de Ieshúa / Jesús (عيسى), cuando el Tana"j (תַּנַ"ךְ), es decir, la Escritura bíblica, describe a Imran como el padre de Moshé, Aharon y Miriám: "La mujer de Amram se llamaba Jocabed, hija de Leví, que le nació a Leví en Egipto. Ella tuvo de Amram los hijos Aarón, Moisés y María, hermana de éstos." (Nm 26.59). En Sura 3.35-36, Muhamad relata el nacimiento de María, la madre de Jesús. Dice así: إِذْ قَالَتِ امْرَأَتُ عِمْرَانَ رَبِّ إِنِّي نَذَرْتُ لَكَ مَا فِي بَطْنِي مُحَرَّرًا فَتَقَبَّلْ مِنِّي ۖ إِنَّكَ أَنْتَ السَّمِيعُ الْعَلِيمُ 36 فَلَمَّا وَضَعَتْهَا قَالَتْ رَبِّ إِنِّي وَضَعْتُهَا أُنْثَىٰ وَاللَّهُ أَعْلَمُ بِمَا وَضَعَتْ وَلَيْسَ الذَّكَرُ كَالْأُنْثَىٰ ۖ وَإِنِّي سَمَّيْتُهَا مَرْيَمَ وَإِنِّي أُعِيذُهَا بِكَ وَذُرِّيَّتَهَا مِنَ الشَّيْطَانِ الرَّجِيمِ 35. Cuando la mujer de Imrân dijo: "¡Señor! Te ofrezco en voto, a Tu exclusivo servicio, lo que hay en mi seno. ¡Acéptamelo! Tú eres Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe". 36. Y cuando dio a luz a una hija, dijo:"¡Señor! Lo que he dado a luz es una hembra -bien sabía Alá lo que había dado a luz- y un varón no es igual que una hembra. Le he puesto por nombre María y la pongo bajo Tu protección contra el maldito Shaitān, y también a su descendencia". Algunos podrían decir que esta "Mariám" (María) aquí es en realidad la hermana de Moshé, Miriám. De acuerdo con los nombres, esto es posible ya que ambas mujeres (la hermana de Moshé y la madre de Jesús) tienen el mismo nombre. En hebreo, su nombre es מִרְיָם (Miriám). Sin embargo, el propio contexto del Qurán excluye absolutamente esta posibilidad, como se demostrará a continuación. En Sura 3.45, dice así: إِذْ قَالَتِ الْمَلَائِكَةُ يَا مَرْيَمُ إِنَّ اللَّهَ يُبَشِّرُكِ بِكَلِمَةٍ مِنْهُ اسْمُهُ الْمَسِيحُ عِيسَى ابْنُ مَرْيَمَ وَجِيهًا فِي الدُّنْيَا وَالْآخِرَةِ وَمِنَ الْمُقَرَّبِينَ 45. Cuando los ángeles dijeron: "¡María! Alá te anuncia la buena nueva de una Palabra que procede de Él. Su nombre es el Ungido, Jesús, hijo de María, considerado en la vida de acá y en la otra y será de los allegados. Por lo tanto, afirma el Qurán que Imran es el padre de María, la madre de Ieshúa / Jesús. Es obvio que Mahoma ha confundido totalmente las genealogías bíblicas, haciendo de Amram (Imran), que fue el padre real de Moshe, Aharon y Mirám, el padre de la madre de Ieshúa / Jesús, Miriám / María. Mahoma creía que Imran (عمران) fue el padre de María (مريم), la madre de Jesús (عيسى), cuando el Tana"j (תַּנַ"ךְ), la Escritura bíblica, y la historia, describen a Imran / Amram como el padre de Moshé, Aharon y Miriám (Nm 26.59), lo que muestra que el error de Mahoma y el Qurán como un escrito que no es ni divino, ni infalible. Indudablemente, este Siervo de IHVH, que en algunas ocasiones es llamado Israel, es distinto de Israel, porque aparece como intermediario entre Dios e Israel (v.6-7): "Yo, IHVH, te he llamado en la justicia y te he tomado de la mano. Yo te he formado y te he puesto por alianza del pueblo y para luz de las gentes, para abrir los ojos de los ciegos, para sacar de la cárcel a los presos, del calabozo a los que moran en las tinieblas". (Is 42.6-7) El Siervo será mediador de una nueva alianza (v.6) entre Dios e Israel, el pueblo de IHVH por antonomasia, en contraposición a las gentes del estico siguiente, que reciben de ese Siervo una luz religiosa y moral. Así, pues, la misión del Siervo es doble: reconciliar a Israel con Dios con una nueva alianza e iluminar al mundo pagano. Ieshúa es descrito por Shimeón como “luz de las naciones” (Lc 2:32), y él mismo se llama “luz del mundo” (Jn 8:12). El profeta Isaías identifica a este Siervo en Is 49.3 por el nombre "Israel" cuando escribe: “Y me dijo: "Tú eres mi siervo, O Israel, porque en ti me gloriaré.” (Is 49.3) Sin embargo, el profeta Isaías escribe sólo unos pocos versículos más adelante, según las palabras del siervo: “Ahora pues, dice el Eterno, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos del Eterno, y el Dios mío será mi fuerza); dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (Is 49.5-6) Observe que el siervo nombrado Israel en Is 49.3 es responsable de:
¿Cómo puede la nación de Israel traerse de vuelta al Eterno, enderezarse, reunirse y restaurarse a sí mismo? Claramente, el siervo llamado Israel y la nación de Jacob / Israel son dos entidades distintas. La manera en que el profeta Isaías nombra al siervo como "Israel" y luego procede a mencionar a otro "Israel" a quien se supone que el Siervo llamado Israel traerá de vuelta, levantará, reunirá y restaurará, claramente indica que el siervo llamado Israel no es el otro Israel que es traído de vuelta. Una vez más, se trata de dos entidades distintas. Si el siervo llamado Israel no es la nación de Israel, entonces, ¿quién es? Es fácil entender porqué alguien podría pensar que el siervo llamado Israel en Is 49.3 es la nación de Israel. Después de todo, la mayoría de la Escritura se centra en las experiencias de la nación de Israel. Sin embargo, el nombre de Israel originalmente pertenece al patriarca Israel (cp. Gn 32.28). Dicho esto, es común que el Rey Mesías sea aludido en la Escritura por los nombres de sus antepasados. Por ejemplo, en Jer 30.9, vemos que el Mesías es llamado "David". De la misma manera, el Mesías es llamado "Israel" en Is 49.3, tras el mismo nombre del patriarca Israel, su antepasado. Sabemos que este debe ser el caso debido a la manera en que el profeta Isaías habla del siervo Israel trayendo de vuelta, levantando, reuniendo y la restaurando a la otra entidad llamada "Jacob" e "Israel", que es evidentemente distinta de sí mismo. De este modo, el Israel llamado "siervo" del Eterno es el que restaurará a la nación de Israel / Jacob. Este es el siervo que trae la redención para la nación de Israel / Jacob. Es el Siervo que muere por sus pecados y restaura a cada uno de la nación de Israel / Jacob que cree en él, como está escrito de él en Is 53. Después de haber analizado correctamente estos capítulos, concluimos pues, que el siervo sufriente de Is 53 es el Mesías, cuyo nombre es Ieshúa. |
AutorL.A. Soto Categorías
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